A los lectores Al publicar el primer número de «La Conquista del Estado», nuestra declaración ideológica y táctica no puede ser otra que el manifiesto político que con el título del periódico se ha difundido en toda España durante las semanas últimas. (Véanlo en segunda plana.) |
Nuestro manifiesto político |
Un grupo compacto de
españoles jóvenes se dispone hoy a intervenir en la acción política de
un modo intenso y eficaz. No invocan para ello otros títulos que el de
una noble y tenacísima preocupación por las cuestiones vitales que
afectan a su país. Y, desde luego, la garantía de que representan la
voz de estos tiempos, y de que es la suya una conducta política nacida
de cara a las dificultades actuales. Nadie podrá eludir la afirmación
de que España atraviesa hoy una crisis política, social y económica,
tan honda, que reclama ser afrontada y resuelta con el máximo coraje.
Ni pesimismos ni fugas desertoras deben tolerarse ante ella. Todo
español que no consiga situarse con la debida grandeza ante los hechos
que se avecinan, está obligado a desalojar las primeras líneas y
permitir que las ocupen falanges animosas y firmes.
La primera gran angustia
que se apodera de todo español que adviene a la responsabilidad pública
es la de advertir cómo España –el Estado y el pueblo españoles– vive
desde hace casi tres siglos en perpetua fuga de sí misma, desleal para
con los peculiarísimos valores a ella adscritos, infiel a la
realización de ellos, y, por tanto, en una autonegación suicida, de tal
gravedad, que la sitúa en las lindes mismas de la descomposición
histórica. Hemos perdido así el pulso universal. Nos hemos
desconexionado de los destinos universales, sin capacidad ni denuedo
para extirpar las miopías atroces que hasta aquí han presidido todos
los conatos de resurgimiento. Hoy estamos en la más propicia coyuntura
con que puede soñar pueblo alguno. Y como advertimos que los hombres de
la política usual –monárquicos y republicanos–, las agrupaciones que
los siguen y los elementos dispersos que hasta aquí han intervenido en
las elaboraciones decisivas, no logran desligarse de las mediocres
contexturas del viejo Estado, nosotros, al margen de ellos, frente a
ellos, más allá que ellos, sin división lateral de derechas e
izquierdas, sino de lejanías y de fondos, iniciamos una acción
revolucionaria en pro de un Estado de novedad radical.
La crisis política y
social de España tiene su origen en la crisis de la concepción misma
sobre que se articula el Estado vigente. En todas partes se desmorona
la eficacia del Estado liberal burgués, que la revolución francesa del
siglo XVIII impuso al mundo, y los pueblos se debaten hoy en la gran
dificultad de abrir paso a un nuevo Estado, en el que sean posibles
todas sus realizaciones valiosas. Nosotros nos encaminamos a la acción
política con la concreta ambición de proyectar sobre el país las
siluetas de ese nuevo Estado. E imponerlo. Una tarea semejante
requiere, ante todo, capacidad para desvincularse de los mitos
fracasados. Y la voluntad de incorporarnos, como un gran pueblo, a la
doble finalidad que caracteriza hoy a las naciones: de un lado, la
aportación al espíritu universal de nuestra peculiaridad hispánica, y
de otro, la conquista de los resortes técnicos, la movilización de los
medios económicos, la victoria sobre intereses materiales y la justicia
social.
Las columnas centrales de nuestra actuación serán estas:
Supremacía del Estado
El nuevo Estado será
constructivo, creador. Suplantará a los individuos y a los grupos, y la
soberanía última residirá en él, y sólo en él. El único intérprete de
cuanto hay de esencias universales en un pueblo es el Estado, y dentro
de éste logran aquéllas plenitud. Corresponde al Estado, asimismo, la
realización de todos los valores de índole política, cultural y
económica que dentro de este pueblo haya. Defendemos, por tanto, un
panestatismo, un Estado que consiga todas las eficacias. La forma del
nuevo Estado ha de nacer de él y ser un producto suyo. Cuando de un
modo serio y central intentamos una honda subversión de los contenidos
políticos y sociales de nuestro pueblo, las cuestiones que aludan a
meras formas no tienen rango suficiente para interesarnos. Al hablar de
supremacía del Estado se quiere decir que el Estado es el máximo valor
político, y que el mayor crimen contra la civilidad será el de ponerse
frente al nuevo Estado. Pues la civilidad –la convivencia civil– es
algo que el Estado, y sólo él, hace posible. ¡¡Nada, pues, sobre el
Estado!!
Afirmación nacional
Frente al interior
desquiciamiento que hoy presenciamos, levantamos bandera de
responsabilidad nacional. Nos hacemos responsables de la Historia de
España, aceptando el peculiarísimo substrato nacional de nuestro
pueblo, y vamos a la afirmación de la cultura española con afanes
imperiales. Nada puede hacer un pueblo sin una previa y radical
exaltación de sí mismo como excelencia histórica. ¡Que todo español
sepa que si una catástrofe geológica destruye la Península o un pueblo
extranjero nos somete a esclavitud, en el mundo dejan de realizarse
valores fundamentales! Más que nunca la vida actual es difícil, y hay
que volver en busca de coraje a los sentimientos elementales que
mantienen en tensa plenitud los ánimos. El sentido nacional y social de
nuestro pueblo –pueblo ecuménico, católico– será éste: ¡El mundo
necesita de nosotros, y nosotros debemos estar en nuestro puesto!
Exaltación universitaria
Somos, en gran parte,
universitarios. La Universidad es para nosotros el órgano supremo
–creador– de los valores culturales y científicos. Pueblos sin
Universidad permanecen al margen de las elaboraciones superiores. Sin
cultura no hay tensión del espíritu, como sin ciencia no hay técnica.
La grandeza intelectual y la preeminencia económica son imposibles sin
una Universidad investigadora y antiburocrática.
Articulación comarcal de España
La primera realidad
española no es Madrid, sino las provincias. Nuestro más radical afán ha
de consistir, pues, en conexionar y articular los alientos vitales de
las provincias. Descubriendo sus mitos y lanzándolas a su conquista.
Situándolas ante su dimensión más próspera. Por eso el nuevo Estado
admitirá como base indispensable de su estructuración la íntegra y
plena autonomía de los Municipios. Ahí está la magna tradición española
de las ciudades, villas y pueblos como organismos vivos y fecundos. No
hay posibilidad de triunfo económico ni de eficacia administrativa sin
esa autonomía a que aludimos. Los Municipios autónomos podrán luego
articularse en grandes confederaciones o comarcas, delimitadas por un
margen de exigencias económicas o administrativas, y, desde luego, bajo
la soberanía del Estado, que será siempre, como antes insinuamos,
indiscutible y absoluta. Para vitalizar el sentido comarcal de España,
nada mejor que someter las comarcas a un renacimiento que se realice al
amparo de realidades actualísimas y firmes.
Estructura sindical de la economía
No pudieron sospechar
los hacedores del Estado liberal burgués las rutas económicas que iban
a sobrevenir en lo futuro. La primera visión clara del carácter de
nuestra civilización industrial y técnica corresponde al marxismo.
Nosotros lucharemos contra la limitación del materialismo marxista, y
hemos de superarlo; pero no sin reconocerle honores de precursor muerto
y agotado en los primeros choques. La economía industrial de los
últimos cien años ha creado poderes e injusticias sociales frente a las
que el Estado liberal se encuentra inerme. Así el nuevo Estado impondrá
la estructuración sindical de la economía, que salve la eficacia
industrial, pero destruya las «supremacías morbosas» de toda índole que
hoy existen. El nuevo Estado no puede abandonar su economía a los
simples pactos y contrataciones que las fuerzas económicas libren entre
sí. La sindicación de las fuerzas económicas será obligatoria, y en
todo momento atenida a los altos fines del Estado. El Estado
disciplinará y garantizará en todo momento la producción. Lo que
equivale a una potenciación considerable del trabajo. Queda todavía aún
más por hacer en pro de una auténtica y fructífera economía española, y
es que el nuevo Estado torcerá el cuello al pavoroso y tremendo
problema agrario que hoy existe. Mediante la expropiación de los
terratenientes. Las tierras expropiadas, una vez que se nacionalicen,
no deben ser repartidas, pues esto equivaldría a la vieja y funesta
solución liberal, sino cedidas a los campesinos mismos, para que las
cultiven por sí, bajo la intervención de las entidades municipales
autónomas, y con tendencia a la explotación comunal o cooperativista.
Del breve resumen anterior deducimos nuestra dogmática, a la que seremos leales hasta el fin. Y es ésta:
1.º Todo el poder corresponde al Estado.
2.º Hay tan sólo libertades políticas en el Estado, no sobre el Estado ni frente al Estado.
3.º El mayor valor político que reside en el hombre es su capacidad de convivencia civil en el Estado.
4.º Es un imperativo de nuestra época la superación radical, teórica y práctica del marxismo.
5.º Frente a la sociedad y el Estado comunista oponemos los valores jerárquicos, la idea nacional y la eficacia económica.
6.º Afirmación de los valores hispánicos.
7.º Difusión imperial de nuestra cultura.
8.º Auténtica
elaboración de la Universidad española. En la Universidad radican las
supremacías ideológicas que constituyen el secreto último de la ciencia
y de la técnica. Y también las vibraciones culturales más finas. Hemos
de destacar por ello nuestro ideal en pro de la Universidad magna.
9.º Intensificación de la cultura de masas, utilizando los medios más eficaces.
10.º Extirpación de los
focos regionales que den a sus aspiraciones un sentido de autonomía
política. Las grandes comarcas o Confederaciones regionales, debidas a
la iniciativa de los Municipios, deben merecen, por el contrario, todas
las atenciones. Fomentaremos la comarca vital y actualísima.
11.º Plena e integral
autonomía de los Municipios en las funciones propia y tradicionalmente
de su competencia, que son las de índole económica y administrativa.
12.º Estructuración sindical de la economía. Política económica objetiva.
13.º Potenciación del trabajo.
14.º Expropiación de los
terratenientes. Las tierras expropiadas se nacionalizarán y serán
entregadas a los Municipios y entidades sindicales de campesinos.
15.º Justicia social y disciplina social.
16.º Lucha contra el farisaico pacifismo de Ginebra. Afirmación de España como potencia internacional.
17.º Exclusiva actuación
revolucionaria hasta lograr en España el triunfo del nuevo Estado.
Métodos de acción directa sobre el viejo Estado y los viejos grupos
políticos sociales del viejo régimen.
Nuestra organización
Nacemos con cara a la
eficacia revolucionaria. Por eso no buscamos votos, sino minorías
audaces y valiosas. Buscamos jóvenes equipos militantes, sin
hipocresías frente al fusil y a la disciplina de guerra. Militares
civiles que derrumben la armazón burguesa y anacrónica de un
militarismo pacifista. Queremos al político con sentido militar, de
responsabilidad y de lucha. Nuestra organización se estructurará a base
de células sindicales y células políticas. Las primeras se compondrán
de diez individuos, pertenecientes, según su nombre indica, a un mismo
gremio o sindicato. Las segundas, por cinco individuos de profesión
diversa. Ambas serán la unidad inferior que tenga voz y fuerza en el
partido. Para entrar en una célula se precisará estar comprendido entre
los diez y ocho y cuarenta y cinco años. Los españoles de más edad no
podrán intervenir de un modo activo en nuestras falanges.
Inmediatamente comenzará en toda España la organización de células
sindicales y políticas, que constituirán los elementos primarios para
nuestra acción. El nexo de unión es la dogmática que antes expusimos,
la cual debe ser aceptada y comprendida con integridad para formar
parte de nuestra fuerza. Vamos al triunfo y somos la verdad española.
Hoy comenzamos la publicación de nuestro periódico, LA CONQUISTA DEL
ESTADO, que primero será semanal y haremos diario lo antes posible.
Las adhesiones, así como
la solicitación de detalles explicativos, deben enviarse a nombre del
presidente, a nuestras oficinas, Avenida de Dato, 7, planta D. Madrid.
Ha de consignarse en ellas con toda claridad el nombre, edad, profesión
y domicilio.
El Comité Organizador
Presidente, Ramiro Ledesma Ramos; Ernesto Giménez Caballero, Ricardo de Jaspe Santoma, Manuel Souto Vilas, Antonio Bermúdez Cañete, Francisco Mateos González, Alejandro M. Raimúndez, Ramón Iglesias Parga, Antonio Riaño Lanzarote, Roberto Escribano Ortega; secretario, Juan Aparicio López.